«A menudo pienso en música. Vivo mis sueños despierto en música. Veo mi vida en términos de música … Obtengo el mayor gozo en mi vida de la música».

– Albert Einstein

Es bastante entendible que la música puede influenciar la salud mental y física. Cuando estás atrapado en un atasco en el tráfico, algo tan simple como encontrar una buena canción en la radio puede calmar los nervios y quitar la tensión de forma casi instantánea.

Se ha mostrado que la música influencia las rutas de recompensa afectando a la liberación de dopamina. Como apuntan los autores de cierto estudio: «Escuchar música es una de las experiencias humanas más placenteras y gratificantes». Algunos científicos incluso sugieren que las emociones que evoca la música en casi todas las estructuras cerebrales límbicas y paralímbicas ofrecen una ventaja de supervivencia, y que los humanos pueden estar condicionados a tener afinidad por la música.

En algunas ocasiones, incluso el anticipar un punto alto emocional en una pieza de música puede producir una respuesta de dopamina. Por ejemplo, si hay una canción que disfrutas particularmente y esa música va creciendo a una especie de clímax, el simple hecho de anticipar ese momento puede evocar un sentimiento de placer. Es interesante que los efectos de esa anticipación se disparan a través de una ruta anatómica diferente de aquellos experimentados en el pico. Además, la música se clasifica como una recompensa abstracta, distinta de la comida o las drogas, que son tangibles. La calidad y cantidad de la liberación de dopamina por la música será distinta del estimulante que elija el paciente, pero más investigación podría revelar maneras de incorporar la música como una adición útil a otros tipos de tratamiento.

La música no es una característica estándar que esté codificada en nuestro ADN. Aunque todos podamos ser capaces de experimentar el disfrute de la música, no la disfrutamos de la misma forma. La música estimula los centros de recompensa en distintos grados. Algunas personas casi no experimentan placer (lo que los investigadores llaman «anhedonia musical». Entre la población en general, hasta el 5% de la gente puede estar en esta categoría. No encuentran la música tan placentera como la mayoría de la gente.

Escuchar música tiene efectos subjetivos beneficiosos (un estado de ánimo más feliz, una visión más positiva, o sentirse motivado durante un entrenamiento). Pero también tiene efectos objetivos que son medibles. Comparado con sujetos que no escucharon música antes, durante, y después de procedimientos quirúrgicos, los pacientes que escucharon música durante una cirugía oftálmica tuvieron menores niveles de estrés percibido y soportaron mejor, y también tuvieron un pulso menor y menor tensión antes, durante y después del procedimiento. Las revisiones y los análisis muestran que, por lo general, la música reduce el dolor y ansiedad post operativo.

Por supuesto, el tipo de música que la gente disfruta varía mucho, y distintos tipos de música son apropiados para distintas situaciones. De acuerdo a un estudio sobre los efectos neuroquímicos de la música: «La música estimulante produce aumentos en las medidas cardiovasculares, mientras que la música relajante produce disminuciones», y esos patrones se observan incluso en bebés (cuya socialización no los ha condicionado a asociar los distintos tipos de música con distintas actividades). Los efectos cardiovasculares de la música están mediados predominantemente por el tempo (la velocidad o ritmo): «La música lenta y las pausas musicales se asocian con una disminución del ritmo cardíaco, respiración y presión sanguínea, y la música más rápida aumenta esos parámetros». Esta es la razón por la que no ponen a Bach en las clases de spinning, y por la que no ponen heavy metal en las clases de yoga.

Traducido y resumido de: http://www.strengthsensei.com/a-simple-way-to-have-a-dopamine-boost-in-the-gym/